Bodegas Luis Pérez. Jerez de la Frontera.

Willy Pérez atesora un conocimiento excepcional en uno de los terruños más excepcionales de la viticultura española. Lleva varias décadas consagrando todas sus energías en comprender el Marco de Jerez desde y en todas sus dimensiones. Escuchar a Willy supone una colosal lección de conocimiento: explica el Marco desde la historia, la geología, la economía local, el arte, el clima, la biología… y su bodega familiar no puede ser más que la heredera de todo ese conocimiento.

Lejos de entender la tradición del Marco como una foto fija, Bodegas Luis Pérez es un espacio donde se elaboran vinos únicos y singulares que se aproximan al patrimonio secular. Al mismo tiempo se trata de un lugar desde el que imprimir su visión a los vinos y contribuir así a la evolución ética y estética de los vinos de Jerez. “El vino en el Marco es un arte” –afirma Willy–, “un lenguaje vivo que cambia constantemente, pero que debe respetar a quien ha pasado antes por allí”.

Aunque la tradición enológica se remonta a unas pocas generaciones, Bodegas Luis Pérez nace hace apenas unas décadas cuando la familia decide adquirir una propiedad en Vistahermosa. Willy se vuelca en la enología, primero en Vistahermosa, pero al poco comienzan otros proyectos que incluyen pagos históricos del Marco como Balbaína, Macharnudo o Carrascal, entre otros.

Actualmente, la bodega tiene 77 hectáreas de viñedo, íntegramente en producción ecológica, que representan buena parte de la diversidad de los suelos del Marco. Hay plantadas hasta 17 variedades, incluyendo algunas raras, y anualmente se producen algo más de 150.000 botellas. El manejo de la vid es preciso y razonado, fruto de su experiencia y de su activo estudio y colaboración con amigos y universidades. La poda y el ajuste de fertilidad natural del suelo mediante cubiertas sembradas son dos ejemplos excelentes de cómo se maneja el estrés en la vid para favorecer determinados perfiles de vino. 

La gestión agrícola abarca también una abundante cantidad de tierras arables, frutales y olivos, que contribuyen a mantener el mosaico agropecuario tradicional de la zona. Todo ello ocupa a una treintena de personas de manera permanente, cifra que llega a triplicarse en momentos puntuales de campaña.

 
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